En mi vida, sin dudas, los mejores momentos son los que comparto con #Niño. Como a todo padre le pasa, él es lo mejor que me pasó en la vida. Correr también es algo importantísimo para mi: empezar a correr fue la bisagra en mi historia; salir a correr, hoy, es mi momento de libertad, un rato de reflexión, un espacio de conexión conmigo y con mi cuerpo. Compartir el correr con mi hijo es lo que más se asemeja a mi paraíso.
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El sábado pasado se corrió la Disney Magic Run (1k para los más petits), y allí fuimos con #Niño. El ya es "un experto" en running: corrió dos carreras de 1k el año pasado. Pero este año no pudimos ir a ninguna, y no sabía cómo iba a resultar.
La carrera era a las 16hs, así que almorzamos fideos con aceite y queso, y banana. Todo bien de runner, y mi hijo disfrutando como un loco de ese momento especial. Después, nos vemos los dos para la carrera: yo me puse la remera de mi team, Correrayuda, y el quería la misma. La suya ya le queda chica, así que le puse una mía, y partimos.
La cantidad de gente en Madero Este era monstruosa. Miles y miles y miles y miles de familias. Chicos por doquier, cochecitos, papás, mamás, tíos, abuelos... Una locura, en serio! Con #Niño entramos a la manga como pudimos, y esperamos. Por suerte, de laorganización repartían agua antes de largar, porque hacía MUCHO calor. Llegó el momento, pero era tal la cantidad de gente, que la marea humana no avanzaba. Esperamos y esperamos. Nos movimos a ritmo babosa hasta pasar por el escenario, donde estaban los personajes de Disney saludando. Después, finalmente, el arco de largada.
Apenas lo cruzamos, y como si tuviese un resorte en las plantas de los pies, mi hijo se largó a correr. Pasaba entre la gente, esquivaba cochecitos, se daba vuelta (se llevaba puesta a alguna persona) y se reía. "Dale, Mamá!", me arengaba. Yo, emocionada, lo seguía.
Paró dos veces: una, a levantar unas piedritas; otra, a subirse a un banco para saltar. Ambas veces le dije que, si estaba cansado, podíamos caminar un poco. Como toda respuesta, me miró, y empezó a correr.
Así, llegamos. Cruzo la meta riendo, y se colgó, orgulloso, su medalla. La usa todos los dias. Lo mejor, igual, fue antes de ayer, cuando me dijo: "El sábado podemos ir a otra carrera, Mamá?".