Sofi Cantilo

En mi vida, sin dudas, los mejores momentos son los que comparto con #Niño. Como a todo padre le pasa, él es lo mejor que me pasó en la vida. Correr también es algo importantísimo para mi: empezar a correr fue la bisagra en mi historia; salir a correr, hoy, es mi momento de libertad, un rato de reflexión, un espacio de conexión conmigo y con mi cuerpo. Compartir el correr con mi hijo es lo que más se asemeja a mi paraíso.
El sábado pasado se corrió la Disney Magic Run (1k para los más petits), y allí fuimos con #Niño. El ya es "un experto" en running: corrió dos carreras de 1k el año pasado. Pero este año no pudimos ir a ninguna, y no sabía cómo iba a resultar.
La carrera era a las 16hs, así que almorzamos fideos con aceite y queso, y banana. Todo bien de runner, y mi hijo disfrutando como un loco de ese momento especial. Después, nos vemos los dos para la carrera: yo me puse la remera de mi team, Correrayuda, y el quería la misma. La suya ya le queda chica, así que le puse una mía, y partimos.
La cantidad de gente en Madero Este era monstruosa. Miles y miles y miles y miles de familias. Chicos por doquier, cochecitos, papás, mamás, tíos, abuelos... Una locura, en serio! Con #Niño entramos a la manga como pudimos, y esperamos. Por suerte, de laorganización repartían agua antes de largar, porque hacía MUCHO calor. Llegó el momento, pero era tal la cantidad de gente, que la marea humana no avanzaba. Esperamos y esperamos. Nos movimos a ritmo babosa hasta pasar por el escenario, donde estaban los personajes de Disney saludando. Después, finalmente, el arco de largada. 
Apenas lo cruzamos, y como si tuviese un resorte en las plantas de los pies, mi hijo se largó a correr. Pasaba entre la gente, esquivaba cochecitos, se daba vuelta (se llevaba puesta a alguna persona) y se reía. "Dale, Mamá!", me arengaba. Yo, emocionada, lo seguía.
Paró dos veces: una, a levantar unas piedritas; otra, a subirse a un banco para saltar. Ambas veces le dije que, si estaba cansado, podíamos caminar un poco. Como toda respuesta, me miró, y empezó a correr. 
Así, llegamos. Cruzo la meta riendo, y se colgó, orgulloso, su medalla. La usa todos los dias. Lo mejor, igual, fue antes de ayer, cuando me dijo: "El sábado podemos ir a otra carrera, Mamá?".

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Según un estudio de Ultrarunning magazine, para cuando termine el 2014 habrán habido más de 800 ultramaratones (más del doble de las que había hace 10 años). Si bien el fenómeno del running ha crecido en todas sus formas y distancias, ninguna lo ha hecho de manera tan grosera como la ultradistancia.
Esto no me ha llamado la atención: que "el mundo" tiende hacia la utra, es algo que vengo viendo y diciendo hace tiempo. Lo que sí me ha llamado poderosamente la atención, es la cantidad de mujeres que participa de la larga distancia: hasta los 30km, es parejo el número de mujeres y varones finishers. En la maratón, ya un 60% son hombres. Y cuando pasamos a la ultradistancia, ya hablamos de sólo un 20/25% de mujeres.
¡Chicas! ¿Qué anda pasando? Que tenemos una resistencia al dolor mucho más grande que el hombre, ya lo sabemos. Que compensamos la fuerza física con fuerza mental, también. ¿Y entonces? ¿Dónde está el problema? ¿En perder la femineidad? Se puede ser guerrera en la montaña, y una lady en la vida diaria. ¡Y hasta es más divertido! ¿En los hijos? A mi modo de ver, nada mejor para un hijo que ver a su madre haciendo ejercicio. 
Mi #Niño vive como algo "normal" que su mamá se vaya a correr a los volcanes, y la montaña es algo cercano, aunque viva en la ciudad. Me encanta que el me vea salir a entrenar cuando estoy cansada, cuando tengo frío, cuando llueve,cuando hay viento, cuando hacen 40grados... De a poco, va entendiendo el sentido de esfuerzo, de responsabilidad. Va entendiendo que los objetivos logran con esfuerzo y sacrificio, que nada viene gratis en la vida. 

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El día antes de mi carrera accidentada en Chile, los 160k de la Endurance Challenge, hice Skype dos veces con #Niño, que estaba con mi Mamá en Buenos Aires. Las dos veces me dijo que no fuera al día siguiente a la montaña, porque me iba a caer y me iba a lastimar.
-¿Y cuál es problema si me caigo? Me levanto, y sigo-, le dije. 
-No, Mamá, porque te vas a lastimar.
Para él, es normal que me vaya a correr a las montañas o a los volcanes, y nunca me había dicho algo así. Sólo una vez, después de ver unos volcanes de arena en la playa, me había dicho que tuviese cuidado de no correr por arriba de los volcanes, porque me podía quemar con el humo... Pero nunca me había dicho que pudiera caerme y lastimarme.
Cuando estaba internada, y ya un poco más lúcida, fue lo primero que hablamos con mi amiga chilena. También cuando volví a Buenos Aires, y la chica que cuida a mi hijo me vio, se súper impresionó, porque parece que el día de la carrera, él le dijo que yo me iba a caer y me iba a lastimar. Creer o reventar, #Niño lo sabía...

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